Conocemos del mundo lo que vemos de él o, mejor dicho, lo que los medios de comunicación nos dejan percibir de él. Esto nos lleva a creer concienzudamente que el mundo es esa imagen lejana que se nos presenta y no lo que vivimos día a día.
En la era posmoderna, consumimos artículos que nunca creímos que necesitaríamos pero que alguna publicidad o un efusivo conductor se encargó de transformar en imprescindibles para nuestras vidas. Al mismo tiempo, estamos al tanto de la cantidad de muertos que dejó una bomba en Bagdag o de cuánto tiempo vive una mangosta en la India. La impresión que poseemos es que, en un mundo tan globalizado, no hay nada que ocurra aun ya sea del otro lado del planeta que no sabremos en poco tiempo.
La consecuencia paradojal de este extraño fenómeno es que chateamos o estamos informados de los sentimientos más personales de un tailandés que casualmente encontramos en internet pero desconocemos absolutamente lo que siente y le pasa al vecino del apartamento contiguo al nuestro, del cual obviamente desconocemos quizás hasta su nombre. En cambio, del tailandés seguramente sabemos hasta sus más recónditos deseos y prejuicios al punto tal que lo consideramos uno más de la familia.
Los medios nos impregnan esta cultura posmoderna aún de formas más sutiles a través de la selección de la información. No todo es útil a los transmisores de datos. Un viejo leit motiv del periodismo sostiene que no todo es noticiable. "No es noticia que un perro muerda a un hombre; es noticia lo inverso: que un hombre lo haga".
De esta forma, un poco por la extravagante cultura contemporánea de una era globalizada y otro tanto por la concepción noticiosa de nuestros medios de comunicación, el público acaba desconociendo arbitrariamente lo que ocurre en sus propias comunidades.
Que en Montevideo más de 650 personas se atavíen semana a semana de corredores y hasta algunos cometan la osadía y el denuedo de realizar registros muy veloces parece ser socialmente tan importante como la vida del vecino o su nombre. En cambio, cuando ponemos algunos canales los domingos de noche, nos satisfacemos viendo el porrazo estrepitoso de un nepalés cuya bicicleta de montaña tropezó en algún bosque perdido de Birmania a 45 kms por hora u observamos en la semana cómo un ladrón muere estrepitosamente al chocar su vehículo conduciendo a máxima velocidad a contramano en una autopista de Virginia.
Posiblemente los productores de medios reafirmen con una estadística de opinión pública esta elección. Sostendrán por ejemplo que la noticia por lejos de la maratón de México de 2005 no fue la imponente cantidad de participantes o la que llegó tras un irrepetible esfuerzo sino el pobre desgraciado que a 700 mts. de largar murió asfixiado con un chicle sin haber dado siquiera los pasos suficientes para alcanzar el primer puesto sanitario.
Nuestra realidad
Han comenzado las pre inscripciones para la corrida Nike de 10 k del 3 de diciembre. En el primer día de octubre, sólo por algún mail y el "boca a boca", se registraron más de 160 personas. A la fecha, se ha duplicado la cifra. Obviamente, varios hemos sido de los primeros en registrarnos aún sabiendo que implicará un costo de $100 y $120. De hecho, no hay dudas que se alcanzará el tope propuesto por la organización de 5.000 personas; un tope que imagino debe contemplar los 550.000 pesos promedio que la empresa puede obtener sin demasiada inversión.
No se ha señalado aún que haya una finalidad benéfica como en el caso de la carrera de Nativa ni tampoco se mencionó la existencia de medallas a determinado número de corredores. Sólo se pidió el talle de una remera que exigirán colocarse para un spot publicitario de gente corriendo como un río del color identificatorio de la empresa que les permita que, además de ese dinero, ésta pueda seguir facturando posteriormente a través de esas imágenes. A cambio, algunas zapatillas de la compañía servirán de premio y trofeos a los primeros de cada categoría.
Sin embargo, todos los corredores seguramente estaremos. Porque es la forma de respetar nuestro designio. De hecho, sea la hora que sea, si uno va a la rambla costanera, al cantero de las avenidas Italia, Varela, al Prado o a otros parques, seguramente encontrará simultáneamente más gente practicando este deporte que la que habrá a la misma hora jugando EL deporte nacional: el fútbol. Es interesante pensar que comparativamente cada domingo la cantidad de personas que corre solamente en las fechas de la Agrupación de Atletas del Uruguay (AAU) equivale a 70 partidos simultáneos de fútbol de salón.
En los periódicos seguramente encontraremos varias páginas con ríos de tinta sobre el agotamiento muscular de Paolo Montero y, si encendemos la radio, escucharemos varios programas discutiendo si el nuevo auto que le regalaron a Diego Forlán por ser el goleador español le quedará mejor pedirlo en amarillo o en celeste.
Lo curioso es que siendo éste un país exitista todavía parece válido vivir del recuerdo de Maracaná y eso justifica una gran inversión en la difusión y producción de estos acontecimientos. En tanto, cada vez que es necesario financiar a un atleta destacado para enviarlo como representante uruguayo a la ciudad de Rosario a un campeonato sudamericano en Argentina ("cruzando el charco") hay prácticamente que abrir un 0900.
Lo que sucede es que política y comercialmente algunos deportes no existen. Sólo tendrán existencia cuando excepcionalmente algún atrevido joven que desconozca esta concepción implícita, como por ejemplo Andrés Silva, a pesar del escaso apoyo, logra encender el "alma celeste" con sus medallas de oro y plata. Entonces le llamarán "pies alados" y hablarán algunos minutos de la garra de unos charrúas que exterminamos hace cientos de años. Allí sí surgirán muchos Figuretti junto a él enseñando a cronistas gráficos con asombrosa naturalidad sus logos y sonrisas.
Es notorio que la empresa Salus apostó una fuerte suma de dinero a una pauta publicitaria de la primera Corrida de las Sierras -tanto así que aun dos días luego de finalizada la carrera se veían spots anunciándola-. Sin embargo, como mínimo, el 85% de los corredores que asistieron pertenecía a una agrupación de atletas que semana a semana desarrollan su actividad casi en el anonimato y que, para colmo, hubieran ido incluso si no hubiera existido tanto gasto publicitario.
Anecdóticamente, en ese podio, cuando Andrés Zamora fue premiado por su primer puesto, dos personas de la empresa le pidieron insistentemente que se retirase el logo de Nativa o se cambiara la remera. Inteligentemente, el atleta respondió que no tenía otra y que además no podía hacerlo. Puede entenderse que la compañía que invirtió tanto en publicidad (quizás excesivamente para los logros finales de incorporar un numeroso público extra AAU) haya pretendido tener la foto del campeón con su logo. Sin embargo, no se puede opacar que otra empresa arriesgó a financiarle su entrenamiento todo el año. Por ello, aquella solicitud de que renunciara a ese merecido destaque sonó tan ridícula como si Coca-Cola le hubiera pedido al Club Nacional de Fútbol que se sacara la camiseta con el logo de Pepsi cuando obtuvo el campeonato uruguayo que patrocinó.
A pesar de ello, debe reconocérsele a estas empresas jugarse a apoyar al menos una fecha al año de las competencias de atletismo. A un mes y medio, Nativa ha comenzado a invertir en cartelería en vía pública para promocionar la carrera M4. Es que, más allá de si es redituable a corto plazo producir la competencia, fue evidente en las últimas ediciones que hay público más que suficiente (6.000 personas en 2004). Es obvio que, al apoyar estas corridas, se genera una asociación a largo plazo muy fuerte de la gente con la empresa; a tal punto es que ya no se habla de "la M4" sino que comienza a ser para todos "la Nativa".
Esta asociación o posicionamiento del logo con la gente es central. Usamos "championes", nos afeitamos con la "gillete", pedimos que nos alcancen una "Coca" de la heladera aunque en realidad nos guste más Pepsi, entre otras varias decenas de ejemplos de asociaciones del nombre del producto con el concepto global.
"Paso de los Toros" ya ha entendido la propuesta y, aún en el interior del país, también ha corrido con este tipo de inversión a largo plazo con la carrera D48 en parejas. No se entiende entonces cómo cuesta tanto que otras compañías transnacionales de difusión ampliamente masiva se jueguen a apoyar estos mal denominados "deportes menores" tan concurridos.
El pasado domingo 2 de octubre más de 650 heterogéneos competidores de todas las edades y características desarrollaron una actividad muy agradable en el Prado organizada por la agrupación Corredores del Prado y la plaza de deportes nro. 7. Por un lado, se realizó una corrida de 10 kilómetros, dando dos vueltas a un circuito que incluía, entre otros, el pasaje por el interior del botánico. También existió una correcaminata promocional de 5 k, en la cual participaron incluso vecinos de la zona con bolsas de feria, personas con bastones y otros con sus familias completas. Una jornada muy amena y bien organizada en un marco climático ideal. Sin embargo, si no hubiera sido por intereses comerciales de la empresa Abitab que apoyó y promocionó el evento, la difusión de los medios hubiera inexistido.
En lo personal, hasta el año pasado concebía que correr era una actividad recreativa que se centraba en prepararme para una vez al año probar suerte en la M4, la San Felipe y Santiago o la San Fernando en Maldonado. De ninguna manera imaginé que habría un mar de personas que semana a semana, con esfuerzos personales, familiares, económicos, se divierte, comparte y experimenta las bondades de un deporte que mantiene activos cuerpo y mente; un núcleo humano tan heterogéneo como unido que, más allá de las diversas agrupaciones o denominaciones, comparte tanto en común.
Posiblemente no imaginaba esa realidad por este extraño designio mediático que separa lo real de lo percibido y que podrá atribuirse a lo global del mundo posmoderno, al extraño concepto de noticia que debemos acatar o a una cerrada perspectiva empresarial a la que le cuesta arriesgarse a apoyar una actividad por pensar en réditos a corto plazo. Sin embargo, parece quedar claro que, difusión mediante o no, los deportes están y, en este caso, los cientos de corredores también. Lo que falta es un poco de audacia mediática para lograr una mayor comunicación con una población a la que a veces sólo le falta un empujoncito, un aviso, una imagen, pero a la que a pesar de ello nunca le faltan voces que le indiquen políticamente que el deporte es salud.
Procuremos comunicar más para educarnos mejor.
Este espacio ha sido creado para promover rápidamente las actividades de la agrupación Atletas del Prado. Para mayor información, invitamos a visitar nuestro sitio web www.atletasdelprado.tk
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